miércoles, 31 de enero de 2007

Me gustaría que mi biografía se titulara The Fantastic Plastic Machine

Otra de mis artistas favoritas es Yanina Szalkowicz. Me alucina lo que hace. Vi su muestra en Appetite, en realidad fue la primera individual suya que pude ver; antes fueron algunas obras sueltas acá y allá.
Pero la que realmente me hizo delirar, por su sutileza y contundencia, fue la máquina flâneur que instaló en Estudio Abierto, en la curaduría de Rafael Cippolini. En el arte medieval, en los retablos, el espectador siempre debía mirar hacia arriba, al cielo (o a un techo alto que hacía de cielo). Yanina también nos invita a mirar hacia arriba, pero para examinar un catálogo de pequeños recuerdos: perros sonrientes, flores, cielos, todo instalado en una máquina que resguarda esos detalles ínfimos y alucinantes y los detiene en una fuga ocular y maquínica. La Fantastic Plastic Machine (así se titula la obra) es otra apropiación: una máquina retransformada, reutilizada y convertida en un artefacto que se nos antoja una pieza de museo de un mundo paralelo, pero muy parecido al nuestro. Una máquina que también podría ser nuestro órgano emocional, engranajes y poleas que retienen lo que no queremos que se esfume en el olvido. Si Luciana Lamothe produce acciones que dejan huellas que parecen heridas pero finalmente nos sanan, Yanina Szalkowicz se convierte en una inventora de máquinas divinas, en la generadora de una usina que articula los relatos mínimos de nuestras vidas. Me apropio de The Fantastic Plastic Machine y la convierto en mi biografía de detalles queridos sin saber por qué, hago míos esos recuerdos para siempre ¡Al final era una máquina de implantar cerebros ajenos!. Si así fuera ¡quiero más, me hace feliz!
Si mi pieza no fuera tan chica, me encantaría robarme The Fantastic Plastic Machine y llevármela para siempre. O por un rato bien largo.
En el último número de Éxito, Claudio Iglesias escribió una nota muy linda sobre la muestra. Se las recomiendo.