viernes, 16 de marzo de 2007

The Kiss State

El mundo no existe por un momento. Todo es sentir y no hay pensamiento. Hay algo más que pensamiento, es una dicha que abarca lo que fuimos y seremos y sin embargo es ese momento que no tiene medida, en que todo se gana sin que podamos medirlo, porque además no nos importa. El arte le ha dado nombres a su representación: ahora me vienen a la cabeza apellidos ilustres como Klimt, Brancusi, Lichtenstein, Rodin, pero hay cientos. Búsquenlos, elijan sus favoritos. En él y por él se borran todas las culturas y todos los tiempos, porque no tiene culturas ni tiempos, así como tiene todos los pasados y todos los futuros. Es una de esas palabras mágicas que no tienen sinónimos. Es el momento en que nos perdemos en el otro y en el que encontramos lo más intenso del otro. Es un estado sublime del cuerpo en el que trascendemos al cuerpo. Es la mayor energía que podemos desarrollar (¡¡que bien lo grafican tus torres de terrible electricidad, Chica Voladora!!). Es el momento en que jamás podemos estar solos. Si algo queremos para nuestro arte, es el estado de beso. Porque todo lo que llega después es su consecuencia.
Estoy preparando (y hoy inaugurando) un léxico visual-textual de estados que sueño como estados en forma de territorios (un beso como un territorio; sólo abandono mi anarquismo para delirar que existe un Estado de Besos). Este léxico es un espacio de formas que nacieron como estados. Es exagerado de mi parte, pero quiero transmitir sin explicar, porque estos estados no necesitan explicación, son una pura experimentación sin fronteras, ni razas, ni tiempos. Si Bataille hablaba de la parte maldita, esta es nuestra parte divina. No quiero que el arte aspire a eso porque no hace falta. Al revés, sería muy feliz si lograra sugerir ese punto en común que estos estados poseen con el arte. Quiero lanzarme a esos espacios que ni la historia ni la crítica del arte podrán atravesar nunca. Quiero ser una Heidi multisensorial y ser sabia sin presumir ningún saber. Salvo el que me da poner mis palabras al servicio de lo que siento con todos mis sentidos. Ninguna otra cosa deseo para mí, para ustedes y para el arte.