sábado, 3 de marzo de 2007

¡¡Queremos una Suite Atómica Permanente!!

Ya hace un tiempo hablamos de ambientes, de lo bueno que es crear lugares donde las cosas sucedan. Hay gente que lo único que hace es quejarse y pedir, todo el día con el cd prendido de “no nos dan el espacio que nosotros nos merecemos, el Estado no se encarga de nosotros”. A mí me gusta pensar de forma mas anarquista, me gusta soñar con un mundo sin gobernantes. La diferencia que siento con los punks de hace treinta años es que ellos proponían el descontrol efusivo, mientras yo creo que puede haber descontroles amables. Ya me referí a Jardín Oculto: puede parecer un delirio, pero para mí Jardín Oculto es punk, porque rescata el espíritu del “hacélo por vos mismo”, el “fai da te” de los anarquistas italianos. A propósito ¿leyeron el libro de Martín Caparros sobre Soledad Rosales, la chica argentina anarquista que se suicidó? Respeto mucho su lucha, pero me aterra la idea de la destrucción por choque. Prefiero lugares donde podamos cultivar buenas fantasías sin pedirle permiso a nadie. Es más: sin pedirle nada a nadie. Belleza y Felicidad también fue eso y sigue siendo eso: un lugar de encuentro. Appetite también, en otra línea (ya saben que soy recontrafan de Appetite y de Dani Luna). Pero hoy quiero hablar de otra cosa. Quiero hablar de ocupar espacios dentro de espacios establecidos. En convertirnos en Okupas amables pero cero concesivos. Para mí la primera obra en este sentido, o no la primera pero sí la que marca un hito para todos nosotros es Dentro del Átomo, la “Suite Garabello” en Estudio Abierto. Oto y Mateo Amaral crearon un espacio autónomo dentro de un sitio oficial. Dos veces me cité con amigas ahí. Era una especie de zona liberada, porque entrabas a ese sitio y las reglas se elastizaban. Por ejemplo, podías fumar en un espacio regulado por los mismos gobernantes que te prohíben fumar en cualquier bar. Ya sé: eran dos obras, la de Oto y la de Mateo. Pero juntas generaban un planeta donde te colgabas viendo las animaciones tribales de Mateo con esa música increíble que te ponía en trance, los cassettes luminosos y después entrabas a lo de Oto que te esperaba con un sillón y una gran fábrica de ruido. Yo no leí a Saramago, pero hasta te esperaba un premio nobel. La Rusa seguramente no estará de acuerdo, pero Oto sin ningún escándalo hizo una obra política enorme, generó ese lugar donde ¡¡hasta se dieron recitales que me perdí!!. Además, Oto puso en la ventana una tela rosa que hacía que la ciudad pareciera psicodélica en una vista por demás hermosa.
La foto me la mandó Cippolini. Y me divierte: me los imagino a esos dos fantaseando cosas imposibles, mientras se imaginaban en qué se podía convertir ese lugar. Les propongo algo: busquemos un lugar para que Oto tenga su suite permanente. Una especie de Dentro del Átomo pero de tiempo completo. ¿Qué les parece?