martes, 17 de abril de 2007

Un aprendizaje sin recreo

Estaba leyendo lo que escribió Ernesto Ballesteros para el sitio de Bola de Nieve y me llamó mucho la atención algo que dice sobre su obra: que empezó a gustarle recién en esta década. La obra de un artista no es el artista, pero es una parte sustancial de la experiencia del artista, o sea que forma parte de él, es parte de su historia, de su sensibilidad, de su ser afectivo y social. Ernesto tiene muchos años de trabajo detrás de sí, y sin embargo demuestra una gran valentía y honestidad cuando confiesa que recién en los últimos años sus creaciones se parecen a lo que por ahí siempre quiso parecerse sin lograrlo. El fin de semana estuve leyendo un libro que me prestaron, de Osvaldo Lamborghini, lectura que me recomendó Flor de Otras y Otras y a la que nunca me había atrevido. Ni bien lo abro, leo en el prólogo una frase que me impactó. Lamborghini solía decir que su ética era “primero publicar después escribir”. Me dejó pensando porque me di cuenta que con este blog yo hacía exactamente eso: disparaba textos todo el tiempo, aprendiendo mucho sobre la marcha. La llegada simultánea de estos dos datos, esta encrucijada Ballesteros y Lamborghini me dio una gran lección: hacemos, hacemos y hacemos pero eso no quiere decir que todo lo que los ocupa sea de nuestro total agrado. A veces nos interesa un artista por su obra, otras veces, como en el ejemplo de Ballesteros, no sólo por su obra sino también por su actitud. La muestra de principios del año pasado en Ruth Benzacar me encantó. Fue la primera individual suya que vi: ¿¿no es genial cuando cada obra que descubrís de un artista va armando en tu cabeza una trayectoria que te sorprende?? Eso me pasa con Ernesto y con Juliana Iriart. El lugar de sus obras es el lugar de la aventura, de la sorpresa. Esta foto de Puerto Madero es de mis favoritas: tan cotidiana, simple y a la vez tan misteriosa. No lo sé, pero tengo la impresión que a ellos les sucede lo mismo que a mí con lo que escribo: es un continuo aprendizaje (gracias Rafael por la recomendación del libro de Pynchon).