viernes, 22 de junio de 2007

Lightmemory

Es sólo una visión, una mirada inolvidable. De una sola vez y para toda nuestra vida. Es ese momento en el que siglos de pintura se aparecen en nuestra retina e invaden nuestra memoria y nos transforman para siempre. Es esa imagen profunda, que con sus sabios tentáculos invade nuestra sensibilidad y la expande.
Es la luz de la memoria visual. María Lightowler lo consigue, es increíble. Sus fotos-cuadros o cuadros-fotos captan esos momentos de visualidad que son los más altos de nuestros recuerdos. No conozco a nadie que haya visto estas imágenes que ahora les propongo y que no le hayan disparado momentos de su vida. Y es que nuestra memoria está construida con momentos de luz, con luz en expansión. Fue Jim Morrison quien dijo: el ojo es luz en reposo. Yo creo que el ojo es luz contenida, condensada. Pocas veces nos detenemos a pensar en la maravilla que es el ojo, qué máquina impresionante, que tecnología más refinada. Y cómo afecta nuestros estados anímicos.
Es un lugar común decir que vivimos en un mundo atosigado de imágenes. Demasiadas imágenes, todo el tiempo. Poco nos llaman la atención. Hay veces que creemos haberlas visto todas y que lo que sigue no son más que variaciones unas de otras, hacia el futuro o el pasado. Pero de repente nos encontramos con imágenes como estas obras de María. Y remueven recuerdos. No sé por qué, no tengo ni idea dónde pueden estar los paisajes que inspiraron estas obras, pero a mi me recuerdan a Trelew e Ingeniero White. Recuerdo una mañana de invierno hace siete años, cuando fuimos con Teté a caminar por el puerto de Ingeniero White y escuché por primera vez la palabra “glosa”. No me acuerdo de qué hablábamos, pero en el puerto, ese día a la mañana, Teté se puso a hablar de los glosadores renacentistas, de gente que copiaba textos antes de que se inventara la imprenta y algo me sucedió. Y esa luz se alojó en mí para siempre.
Trelew, también. Una ciudad alucinante. Estábamos con Marcela, quien me contaba sus ausencias y de repente aparecen fijados en mi recuerdo esa hilera de autos en la puerta del edificio. Marcela me hablaba del poder de las ausencias, de un chico que no la llamaba y de quien estaba muy pendiente. Dos episodios simétricos que tenía parcialmente olvidados. Y cuando me encuentro con la luz de las obras de María regresan, nítidos y potentes.
¿¿Será esto una suerte de apropiación por las reservas memoriosas de la experiencia?? Creo más bien que es otro tipo de experiencia: un fondo de las imágenes que va más allá de la voluntad del artista. Ahí donde el artista se expande porque su obra dice muchas cosas que él jamás había pensado.
Qué genial cuando sucede eso.
Que genia María.