lunes, 6 de agosto de 2007

Las recetas cariñosas y la cita difusa

A veces pienso que el arte es siempre reformulación. Como cuando comenzás a cambiarle el aspecto a tu blog o a tu computadora: elegís tus colores, tus íconos de escritorio, la tipografía, el tamaño de ésta, etc. Tomás decisiones formales dentro de un número de posibilidades que otros artistas fueron explorando antes.
Me parece muy estimulante esto de empezar a explorar una fórmula para tunearla, volverla tuya. Nuestro genoma también es una fórmula que nos hace únicos. Con nuestro arte hacemos algo parecido: modificamos la fórmula, hacemos que la receta se vuelva cariñosa. Nuestro genoma debería ser una receta cariñosa.
Estoy copada con la obra de Leonardo Garibotti. Es un tipo de pintura que podrían haber realizado artistas de la generación de su abuela o bisabuela ¡¡y esto es lo que me encanta!! Va hacia su receta cariñosa y la lleva bien lejos en lo afectivo.
Un artista no está obligado a hacer cosas que se vean como nuevas, sino que estén cerca de su exploración del mundo. Todo el tiempo vemos obras que se quieren recontemporáneas y no tienen nada de interesante.
Cuando una ve las obras de Leonardo Garibotti tiene la impresión de haber visto su pintura en millones de lados. No tiene ninguna pretensión de traer una novedad al planeta sino acercar un tipo de afecto distinto. Leonardo es sin dudas un muy buen observador. Cada uno de sus rostros me hacen viajar a decenas de imágenes que vi durante toda mi vida. Es muy alucinante cuando una obra nos hace visitar la historia del arte sin una referencia precisa. ¡¡Nada que ver con una cita a un artista determinado!! Porque cuando la receta se vuelve cariñosa, cuando la fórmula está tuneada, la cita se vuelve difusa. ¡¡Y esto es una ganancia!! Nos pasa todo el tiempo cuando escuchamos una buena canción: en cada canción suenan muchas otras canciones. Un estribillo o un sonido la linkean con nuestra memoria. Adentro de cada canción se esconden decenas de otras canciones. Lo mismo pasa con las pinturas de Leonardo: son como un Arca de Noe. Eso es lo precioso: cada pintura suya saca de paseo un montón de imágenes antiguas.
Como nosotros, que dentro nuestro llevamos todos los que fuimos.
Por ahí en alguna época se invente una máquina que nos permita ver con claridad absoluta el niño que llevamos dentro.
Mientras tanto, Leonardo nos aproxima a esa sensación con una calidez que nos pone contentos.