lunes, 29 de octubre de 2007

Trazos de chicas

Pienso en todo lo que nos deja la idea palabra trazo. Nuestra vida es un trazo. Un dibujo es un trazo pero nuestra caligrafía también. Un trazo es una huella, pero al mismo tiempo es la condición de nuestro estilo. Digo ¿¿qué tiene de particular el trazo de las chicas?? ¿¿De qué otras cosas participa ese trazo??
Me despierto sabiendo que, más allá de las preferencias políticas, de los odios y las adhesiones, en Argentina el próximo presidente será una mujer. En Chile también el presidente es una mujer. ¿¿Qué tiene de diferencial sus trazos??
Me gusta investigar como las chicas construyen el trazo de chica. Cuales son los mecanismos. Desde Flavia Da Rin a Lula Mari, de Diana Aisenberg a Magdalena Mujica que es la artista que hoy me ocupa, todas estas chicas se piensan y se sienten desde trazos. La divina de Adri Minolitti encuentra piernas en sus trazos. Dibujar es una forma de construir la vida, como pintar.
Cuando estamos en crisis, lo mejor es dibujar, pintar, escribir. Buscar formas. Dar forma. Cuando estamos eufóricas, cuando todo nos salió bien, cuando queremos festejar y agradecer, nada mejor que seguir trazando, que dibujar, escribir, pintar. No siempre para acumular, para llevar registro. Simplemente para dejar trazos. Para hacerlo circular.
Nuestra existencia es una continuidad de trazos. Obra a obra, prueba a prueba, vamos imprimiendo nuestro trazo a las cosas.
La obra de Magdalena Mujica va develando ese transcurrir del trazo. Porque ya no importa la novedad, sino la hondura de tu trazo.
Ya sé, hondura es una palabra difícil. Pero ¿¿cuál no lo es?? Trazo también lo es. Pero para investigar la hondura y el trazo lo mejor es volver a recomenzar.
Porque el trazo nunca se acaba. Siempre recomienza. Tenemos la impresión de que nuestra vida avanza en capítulos. La pensamos como una narración. Como una película. Pero lo único real es que nunca dejamos de realizar trazos. Lo que sucede es que a veces esos trazos no nos interesan. No los recogemos. Los dejamos perdidos.
Magdalena es minuciosa con sus trazos. Todas las nenas son diferentes: nosotras lo sabemos bien. En el trazo de una niña se encuentra todo su adn sensible. Por eso es rebueno volver a revisar la construcción del trazo.
En uno de los últimos post ¡¡ya hace tanto y sin embargo tan cerca!! me referí a la obra de Nat Oliva / Fortuny. En sus fotografías de mundos digitales también explora un trazo. Porque siempre hay un trazo antes que nosotras. Y sin embargo, sabemos que cada mañana comenzamos la tarea de diferenciar ese trazo, el nuestro, aunque no sea algo que hagamos como obligación. Es al revés: nos encantaría que nuestro trazo sirva para desanudar. Para deshacer y volver a construir. Por eso las niñas, una vez más. Las niñas realizadas por lo que queda en nosotras de niñas. O contra. No sé. Pero las niñas no se acaban jamás porque el trazo no se acaba.
Porque Barbie no es nuestro trazo. Porque no queremos.
Porque buscamos en tantos rostros y cuerpos el enigma de la madurez (Lula Mari), del ser una misma (Flavia Da Rin), de un universo que nos contagia (Adri Minolitti), de una vida que nos desborda (Diana Aisenberg) y de un estilo que nos dispare (Magdalena Mujica).
Chicas: nada supera nuestro trazo.