lunes, 15 de septiembre de 2008

Las emociones tienen percepciones y al revés creo que también


Las obras son como las canciones. Algunas nos pegan porque nos recuerdan un instante, que a veces coincide con el momento en que la vimos por primera vez (en vivo, en un libro, en una revista) y lo abren. Hay una relación inmediata entre nuestra emoción y nuestra percepción. Es algo que se abre en el espectador. Es lo que me gusta del arte.
Otras obras nos tocan porque tienen un rasgo, un algo, que nos resulta conmovedoramente nuevo. Porque despiertan a la percepción un filo inesperado. Y hay otras que están en tensión entre las primeras y las últimas. En este precioso limbo se encuentran las imágenes de Eva Fisher.


Me preguntan muchas veces si para escribir elijo primero a los artistas y después veo sus obras o si es al revés. No lo sé. Conocemos a los artistas por lo que hacen. Por ahí es una frase que me gustó y me despierta una curiosidad. Por ahí es algo de una imagen. El artista nos llega por muchos caminos. Me parecen mucho más importantes los artistas que sus obras. Por empezar porque sin artistas no hay obras. A Eva Fisher ya no me acuerdo cómo la elegí, pero seguro que fue por sus imágenes. Cuando las vi tenía la impresión de ya haberlas visto. Es raro que cuando ves las imágenes de un artista te pase siempre que ya creés haberlas visto. Y es seguro que jamás antes las habías visto.


Y es que hay aristas que ven lo que ves. Ven lo que vemos. Entonces no elijo ni obra ni artista sino que ellos me eligen. No elijen. Parece un juego de palabras. Pero no es eso. Es una coincidencia. Es compartir sensibilidad. Miren las imágenes de Eva. Es como si ya lo hubiésemos vivido. Como si ya lo hubiésemos sentido. Y a la vez es renuevo. Es otra cosa.
No sabemos cuál es el camino que une la percepción y la emoción.
Pero estoy segura que Eva Fisher lo camina, sabiéndolo o intuyéndolo, una y otra vez.